En el Peritaje Caligráfico https://peritocaligrafomadrid.es/ la firma supone forma gráfica que una persona elige para identificarse ante los demás, su trazado es ejecutado de forma prácticamente inconsciente, automática, sin indecisiones ni titubeos, lo que le confiere dinamismo y espontaneidad. –
En el momento en que un falsario intenta imitar la firma, cometerá fallos a lo largo de su ejecución que manifestarán temblores, dudas, reenganches, que conllevarán a la manifestación de discordancias de presión y trazado propias de las imitaciones serviles.
● Aunque existen diversos métodos de cotejo grafoscópico, a título personal entendemos más fiable el cotejo de las grafías a un doble nivel: el de los elementos estructurales o morfología general de conjunto, por una parte; y, de otra, el de los habitualismos gráficos o gestos tipo del autor. Son éstos, los gestos tipo, una serie de modismos escritúrales que, por evolución y más allá del modelo caligráfico aprendido, impregnan los escritos de todo individuo diferenciándolos de los de cualquier otra persona. Su origen psicomotor y su automatismo, frutos del hábito y la asunción por el subconsciente, les hace muy difíciles de omitir y de imitar en la expresión gráfica, aunque así se pretenda. Esto que se afirma respecto de la escritura en general, adquiere capital importancia cuando lo que se considera es la firma. –
● Tras el primario aprendizaje de la escritura, ya el niño quiere dejar constancia de su diferenciación gráfica respecto a los demás y ensaya sus primeros bocetos de firma (grande, tosca, de torpe ejecución, con muchos adornos); aparecerá después el fenómeno del mimetismo gráfico con relación a la firma de mayores o personas que admire; posteriormente establecerá las bases de lo que será su futura firma con arreglo a sus gustos personales, y a partir de ahí la ensayará numerosas veces, con leves modificaciones, hasta que adquiera un automatismo total sobre ella. En este momento la firma ya forma parte del subconsciente del individuo y cada vez que la ejecute estará compuesta por una sucesión de movimientos automáticos. Su trazado, desde entonces, se ejecutará de forma prácticamente inconsciente, automática, sin indecisiones ni titubeos; lo que conferirá a la firma dinamismo y, sobre todo espontaneidad. Cuando el falsario (que no ha podido asumir el espíritu gráfico ni captado los «gestos» personalismos del autor, y, por tanto, carece de un pleno dominio de la firma), pretenda realizarla, cometerá fallos en su ejecución, que se manifestarán en discordancias de presión o de trazado; e inclusive, si no ha habido por su parte una memorización y ejercitación previa y suficiente, ostensibles temblores, dudas, reenganches, descargas de tinta anormales, superposiciones de trazos, etc., propios de las imitaciones serviles.-
Una vez establecida la firma, la persona tiene voluntad de mantenerla similar al modelo elegido; sin embargo, la actividad gráfica signatriz del individuo puede sufrir la influencia de una serie de factores que provocan notables modificaciones.
Las firmas, una vez asumidas, pueden sufrir modificaciones que podrían clasificarse en: normales o naturales y fraudulentas.
Las modificaciones normales o naturales son todas aquellas que se producen independientemente de la voluntad de su autor. Pueden ser causadas por razones personales (enfermedad, senilidad, embriaguez, drogodependencia, estado anímico, etc.); por razones materiales (útil escritural, papel, soporte); por razones circunstanciales (firmar de pie, acostado, con la mano no diestra, ante notario, a presencia judicial, etc.); por razones laborales (tener varias firmas: completa, media firma y visé); y por la evolución de la firma por transcurso del tiempo (cada cinco años aproximadamente las firmas pierden, ganan o modifican algunos trazos).-
Sobre las firmas fraudulentas hablaremos más adelante. –
● Por lo general, los diversos métodos empleados en el peritaje caligráfico, sobre la falsificación de firmas están relacionados, de una parte, con la destreza escritural y capacidad del falsario, y, en no pocas ocasiones, con la intencionalidad del mismo. –
También en general, podemos reunir las firmas falsas en base a cuatro tipos básicos de falsificaciones:
1º). Firmas arbitrarias: En ellas el falsario, que ni siquiera conoce la firma real de la persona a quien pretende suplantar, realiza a su libre albedrío una serie de grafías que en nada se parecerán a la firma auténtica; y cuyo resultado, en función de la mayor o menor complejidad del trazado que haya «inventado» la primera vez, le resultará inclusive difícil de conseguir si lo intenta de nuevo.
2º). Firmas falsas por imitación servil: En este tipo de firmas el falsario, que solapa por completo su personalidad escritural al proceder sin espontaneidad, «dibuja» la firma auténtica a partir de un modelo a la vista. La falta de automatismo y la lentitud del trazo para conseguir un resultado lo más parecido posible al modelo, le hará caer en temblores, torsiones, paradas innecesarias, reenganches, superposición de trazos, brisados, dudas, descargas anormales de tinta, etc., que ya comentamos con anterioridad. –
3º). Firmas falsas memorizadas y ejercitadas: Estas firmas son el resultado de un falsario que conoce sobradamente la firma a imitar por desenvolverse en el entorno de su propietario, o bien ha dedicado tiempo a practicar la imitación sobre modelos auténticos, hasta conseguir una firma que ofrezca similitud morfológica con la auténtica. Estas firmas no ofrecen los rasgos primarios de falsedad que se apuntaron en el apartado anterior; pero con independencia de que consiga el falsario imitar la morfología, no conseguirá plasmar los rasgos idiosincrásico ni los habitualismos gráficos del propietario de la firma; e inclusive esa velocidad puede convertirse en su principal delator y hacerle deslizar en el resultado sus propios habitualismos, en el peritaje caligráfico elaborado.
4º). Modificaciones fraudulentas de la propia firma o «autofalsificaciones»:
Este tipo de firmas no son en realidad falsa, sino más bien auténticas modificadas de propósito, con lo que el autor pretenderá en su momento no asumir la responsabilidad o compromiso a que se obliga. Ocurre en definitiva cuando el titular de la firma ha decidido modificar el modelo auténtico con intención maliciosa. Dichas modificaciones pueden ser; parciales y totales.
En las modificaciones fraudulentas parciales el titular modifica la firma intencionadamente, pero sólo en parte. En esta hipótesis, la modificación puede efectuarse añadiendo, omitiendo o cambiando desarrollos con respecto a la firma auténtica.
Conviene señalar que las personas que tienen intención de cometer un fraude luchan contra el subconsciente y pretenden que éste no influya en la escritura. No obstante, en todos los conflictos entre el consciente y el subconsciente siempre vencerá el último, debido al automatismo que engendra. Por ello, en los peritaje caligráfico observamos que aquellos que modifican parcialmente su firma se esfuerzan por cambiar solamente una parte de ésta, dejando el resto de los elementos gráficos como testigos mudos, pero reveladores, del esfuerzo realizado para modificar la firma original. La rapidez en la ejecución constituirá un obstáculo casi insuperable para quien intente modificar su firma ya que, cuanto más despacio se ejecute una firma, más oportunidades se tendrán de lograr una modificación significativa; pero si se la hace con celeridad, el subconsciente impondrá la única que conoce: la auténtica.
Aquellos que realizan firmas parcialmente deformadas tienen intención de utilizar el siguiente argumento: «Esta no es mi firma, porque posee ciertos trazos diferentes de los míos; yo nunca ejecuto esos desenvolvimientos ¡tan raros!, ¡sin duda es falsa!». Pero, si analizamos bien, se sacará a la luz la inconsistencia de este argumento. Cualquier falsario imita lo mejor que puede la firma auténtica que le sirve de modelo, tendiendo a la perfección. Algunos la imitan bien y otros mal, pero el objetivo del falsario consiste en reproducir lo más fielmente posible y en sorprender a los demás haciéndoles creer que esa firma es la del titular. En resumen: «el titular de la firma modifica, mientras que el falsario imita”.